martes, 19 de mayo de 2015

Reencontrar - te. Otra vez.

Son las ocho de la mañana. Este no es mi piso, ni mi cama. Pero está ella.
 Parte II 
Nos tachan de insensibles. De seres fríos, racionales. De pensar con la entrepierna. Afirman que separamos el sexo del amor. Que no llamamos nunca. No sufrimos. Y por supuesto, no lloramos. 

Sin embargo, y contra todo pronostico, habéis descubierto que no siempre es así. Si los astros se alinean el mismo día que la luna llena sale a pasear, puede llegar a suceder: nos enamoramos.

Sí, nos enamoramos. Como imbéciles. Hasta el final. Sin mirar los efectos secundarios. Lo damos todo. Sin límites. Pero no es suficiente, y continuáis alerta, vigilantes.

Existe una mujer, por ahí, que lo cambia todo. Que revoluciona hasta nuestra ultima terminación nerviosa.Y perdemos la cabeza por sus piernas. El sentido por sus palabras, y los huevos por un mínimo roce de mejilla*

Y es ella, mi musa. Y yo la encontré. Y también sentí eso de que todos los pasos que había dado a lo largo de esta puta vida me habían llevado hasta ese momento, a ese lugar. A esos ojos que tenían el color del paraíso. A ese cuello que me protegía de los silencios. Y era ella. Y estaba yo. Y no sentí las mariposas en mi estomago porque la tierra empezó a girar tan deprisa que perdí la noción del tiempo, de la vida, y por supuesto, de mi tripa.

Mi corazón lo siente como si hubiese sido ayer. Pero hace más de mil días de aquel instante. Y aun así, todavía se me pone la piel de gallina. 
Ahora mismo, estoy en su cama. Después de tanto tiempo. Escucho como respira acompasadamente. Noto como su piel de melocotón me roza la pierna, el brazo. Siento como su simple presencia me parte el alma y resquebraja cada centímetro de amor propio que había en mi cuerpo.

Es ella. Ella es la persona a la que confié mis demonios para que los calmara y me dejaran dormir. Le ofrecí todos mis silencios como apoyo cuando mis brazos no fueron lo suficientemente grandes como para protegerla del mundo. Me entregué a ella de tal manera, que me perdí a mi mismo y, creo, que al mirarla a los ojos, a esos ojos color paraíso, todavía me veo a mi. Con los ojos menos cansados, con la sonrisa más llena. Estoy ahí, no me he ido. Como un espejismo de aquello que fui. 

La luz entra tímida por las rendijas que deja la persiana. Me duele la cabeza. Resaca de sentimientos, supongo. 
Cuando te fuiste solo me quedaron esos 21 gramos a los que algunos llaman alma y la piel, para enfrentarme al mundo. Y frío, mucho frío. 
Y de pronto, apareces. Me rozas las cicatrices con las yemas y las besas con tus dulces labios. Ayer eras tan frágil... Y hoy vuelvo a ser tu amante. Pero a caso es esto suficiente para curarlas? Para curarme? Todavía no se qué hago aquí...

Como respondiendo a mis dudas te giras y la sábana deja entrever un diminuto tatuaje que ayer se me pasó por alto. Desde cuando acompañara tus pasos, me preguntó. Qué te habrá marcado tanto como para convertirlo en tu compañero de vida. Vuelves a moverte, y aparece una pequeña P adornando tu piel. Las preguntas siguen inundando mi cabeza y mi cerebro decide desconectar, "a la mierda con la autodestrucción"*, me digo, te beso la espalda y me dejo llevar. Las sensaciones y los recuerdos vuelven a mi cabeza como si alguien hubiese apretado el botón de rebobinar. Mis manos ansiosas se deslizan por tu cuerpo, mientras mi cerebro me pide que pare, que sea sensato. El corazón no se pronuncia, esta demasiado ocupado colocando cada milímetro de mi amor por Julia de nuevo en su sitio.  

Quizás esta no sea la mejor decisión. Quizás ella no lo merezca. Quizás yo sea mejor que todo esto y ahora mismo debería irme a mi casa, sin cometer ninguna estupidez. Quizás hubiera sido lo correcto. Pero hoy ya no pienso más, cierro los ojos y la beso en los labios para calmar la sed de más de mil días separados. Quizás mañana no, pero hoy estás aquí y es lo único que me importa. 

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No se muy bien por qué, pero cada vez que me pongo a estudiar me entra una inspiración increíble. Aquí os traigo el desenlace de la historia, espero que os guste! La verdad es que un trozo me vino a la cabeza el otro día viendo el final de la temporada 11 de Anatomía de Grey, no voy a decir nada pero.. si os gusta la serie y no lo habéis visto, dejad todo lo que estéis haciendo y vedlo, en serio!

Los dos asteriscos del texto son porque he cogido dos frases de una canción-poema precioso que me encanta, se llama co-razones y de verdad que tenéis que oírla porque es, simplemente, increíble. 

Bueno y por ultimo, y hablando de todo un poco, tengo una noticia increíble que contaros. Es muy probable que el año que viene esté 3 meses en Argentina de prácticas! No puedo estar más ilusionada/emocionada/muerta de miedo y de nervios, jajaja. 

ANIMO CON LOS EXÁMENES Y FELIZ SEMANA 

domingo, 3 de mayo de 2015

Reencontrar - te.

Estaba distinta pero la reconocí igual. Pelo más largo, labios más rojos. 17 lunares y los mismos ojos marrones.
Tiré el cigarro y le sonreí.

 - No te hacía con el pelo largo
 - Creía que fumar era algo que no iba contigo

Su voz había cambiado. Muy poco, casi ni se notaba, pero ahora ya no tenía ese tono cantarín de años atrás. Ya no desprendía inocencia ni juventud. Mi pequeña Peter Pan había crecido.
Entramos a una cafetería y nos sentamos en una mesa junto a una ventana, algo que está muy bien cuando no quieres mirar a los ojos a la puta que una vez te arrancó el corazón y lo tiró a la basura.
  - Ahora tomas café? – le pregunté.
  - El cola-cao es para niños.
Le mire a los ojos. Aquellos grandes ojos marrones. Vacíos. Oscuros. Habían perdido su luz.
  - Todavía no entiendo qué hacemos aquí...
  - Creo que te debo una explicación
  - No la quiero
Clavé mis ojos en los suyos y noté como algo se apagaba en su interior, la esperanza la había abandonado. Por un momento me sentí cruel, pero todas las noches que había esperado un mensaje suyo reaparecieron de golpe en mi cabeza, se hicieron un nudo en mi garganta y el sentimiento pasó.
  - Pe, pero yo... – tartamudeo – yo quiero dártela – se leía en su cara que realmente lo necesitaba.

Tomé aire y respiré hondo. Cerré los ojos. Tragué saliva.

  - Te acuerdas cuando te fuiste? Entonces tenías que haberme dicho algo. El mes siguiente. Si me apuras incluso un año después, entonces sí que quería entenderte. Pero ahora? No la quiero, así de simple. Esa herida ya está cerrada, se acabó. Pasé la página. Me da igual, te fuiste y ya no me importa.

La angustia se le escapaba por los poros. Aquello había sido demasiado para ella. Pero por qué tenía que ser yo quién mostrará clemencia? Yo no había sido el causante de esta situación. Yo no me había ido.
Tomó un sorbo de su café, se le mancharon los labios. Una tímida lágrima comenzó a descender desde sus pestañas.
  - Pascual, lo siento mucho.
Volví la cara hacía el cristal, no podía mirarla. Ojala no quisiera esa maldita explicación. Ojalá la duda no siguiera corroyéndome por dentro. Ojalá fuera verdad que la había olvidado. Ojalá.

  - Me agobié...
Las palabras salieron de su boca sin parar, desordenadas. De sus labios... de sus putos labios perfectos. La creí. O por lo menos hice el esfuerzo. La entendía, quería entenderla. Ella lloraba y se sorbía la nariz, mientras yo, sentado en el sillón de en frente la miraba sin saber qué hacer. Así que me limite a abrazarla. Le coloqué la cabeza en mi hombro y le acaricie el pelo suavemente.
  - Ya está, vale? – le susurre – estás muy guapa con el pelo largo. Si sigues llorando se te va a correr el maquillaje y todo este rollito que llevas de chica adulta y seria va a perder intensidad.
Noté como se reía, como dejaba de llorar, como se secaba tímidamente las lágrimas con el borde de la mano. Me miró a los ojos. Sus ojos. Aun sin su brillo eran tan...
Y me besó. Y yo me dejé besar, como quien se cansa de ir a contracorriente y deja que le lleve la marea. Como quien encuentra un oasis en un desierto de 5 años. Como quien vuelve a casa y se tira en el sofá. Como el que no ha olvidado, ni ha pasado la página, ni ha curado la herida.


Son las ocho de la mañana. Este no es mi piso, ni mi cama. Pero está ella.

Parte I.